Alimentos integrales
La definición que mejor acoge al término 'alimento integral' hace referencia, en concreto, al cereal integral.
Traduciendo y simplificando lo que el Código Alimentario Español define
como cereal, podemos concluir que son los granos que crecen dentro de
espigas. Así, tenemos el trigo, cebada, arroz, maíz, avena, centeno, quinoa, trigo sarraceno, sorgo, mijo, etcétera.
El grano de cereal posee básicamente tres partes. Del centro hacia
fuera son: el germen, el endospermo y el salvado. El cereal integral es
denominado también cereal de grano entero porque, en su molienda y
posterior tratamiento, conserva sus tres partes. Se caracterizan porque
suelen ser más oscuros y más ásperos al tacto, lo cual se debe a la
presencia del salvado. En contraposición, el cereal refinado o blanco es
aquel al que se retira, durante su procesado, el salvado o cascarilla
externa y gran parte del endospermo, zona intermedia del grano. Tras
moler el cereal blanco se obtiene, efectivamente, un cereal de color más
claro y más fino al paladar.
A partir de la obtención de las harinas, bien integrales o refinadas,
se elaboran los alimentos que siguen manteniendo la denominación de
integrales si se fabrican con harina integral (aquella que conserva el
salvado o cubierta externa): pan integral,
pasta integral, arroz integral, galletas integrales, cereales de
desayuno integrales, etcétera. En cambio, si estos productos se fabrican
a partir de harina blanca o refinada serán: pan blanco, arroz blanco,
pasta refinada…
Los auténticos alimentos integrales están elaborados con las tres
partes del grano tal y como se recolectan de la naturaleza, sin adición
de partidas extras de salvado.
Características nutricionales del cereal integral
El cereal integral es rico en vitaminas del grupo B, vitamina E
y elementos fitoquímicos. Estos últimos no son propiamente nutrientes,
pero son muy interesantes, ya que desempeñan una función preventiva
frente a determinadas enfermedades, e incrementan nuestro nivel de salud
y confort. Entre los más activos se encuentra los compuestos fenólicos,
los fitoestrógenos y el ácido fítico.
Además, el cereal integral contiene bastante almidón, que proporciona
energía a nuestras células. También posee una importante cantidad de proteína vegetal, que nos ayuda a equilibrar la balanza hacia el lado no animal de la proteína, más saludable en general porque no va ligada a la presencia de grasas perjudiciales.
Hay que destacar también la cubierta externa del cereal, caracterizada por su elevado contenido en fibra dietética. La fibra
es la parte de los alimentos de origen vegetal que nuestro sistema
digestivo no puede digerir. A pesar de que las recomendaciones de
consumo de fibra van aumentando conforme pasa el tiempo y se descubren
sus múltiples beneficios –actualmente se sitúan alrededor de 30 g
fibra/día– el consumo real de fibra en España no alcanza estas cifras ni
por asomo (18 g fibra/día).
La cantidad de calcio, magnesio o potasio es también considerablemente más elevada en los alimentos integrales que en los refinados.
Como conclusión, la calidad y cantidad de nutrientes y otros
componentes del cereal integral lo convierten en un aliado, no solo para
la mejora de la calidad de la dieta, sino como preventivo de muchas
enfermedades.
Mitos sobre los cereales integrales
Si bien es cierto que los cereales de grano entero poseen muchas más
ventajas en comparación con los refinados, no es cierto que sean
milagrosos y puedan curar o hacer desaparecer muchas enfermedades. Por
ejemplo, hay evidencias suficientes para afirmar que el consumo habitual
de cereal integral disminuye el riesgo de aparición de cáncer de colon.
Sin embargo, esta acción es profiláctica, preventiva, en ningún momento
curativa. Si el cáncer ya se ha desarrollado, los cereales integrales
no curan esta dolencia.
Tampoco es verdad que los cereales integrales, por sí solos, adelgacen. Una cosa es que se fomente su consumo en dietas de adelgazamiento
por su mayor capacidad saciante que hace que dejemos de comer antes, y
otra que estos alimentos no contengan calorías o que, misteriosamente,
hagan desaparecer las kilocalorías que ya hemos tomado. La energía aportada por un cereal integral y uno refinado es casi la misma: 339 kcal/100 g de harina trigo integral frente a 364 kcal/ 100 g de harina de trigo refinada.
Es importante comentar que todos los beneficios señalados en el
apartado anterior se han observado en personas consumidoras de cereales
integrales de modo habitual. No se consiguen estos efectos en tomas
aisladas, ni tampoco se recomienda el aumento del consumo de alimentos
integrales de manera puntual, porque puede provocar mala tolerancia.
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